Buenos Aires – 2023
122 p.; 21 x 14 cm.
Traducción y prólogo: Aurelio Major
ISBN 978-987-8320-35-9
Los indios cuentan que había una vez un gran jefe que se lamentaba desconsoladamente tras la muerte de su mujer: se apareció el dios Ta-vwoats ofreciéndole tallar una senda por las montañas para llevarlo al paraíso y mostrarle que su mujer se hallaba en tierras más venturosas. El jefe prometió, obligado a su regreso, que nunca revelaría la ubicación de aquel lugar, pues su pueblo, que vivía bajo los rigores del desierto, ambicionaría seguir esa senda al paraíso. Entonces, el dios Ta-vwoats, sabedor de las flaquezas humanas, envió un río desenfrenado y embravecido por aquella senda: las gargantas del cañón del Colorado.
Izamos nuestros estandartes y empujamos las barcas desde la orilla.
Prologo, por Aurelio Major
No hay mucho que podamos hacer sobre ello, así que vivimos
como vivieron los huesos antiguos y los fósiles, como
las ciudades enterradas hace mucho: vivimos en cambio
— como si y verdaderamente creyéramos que aquí mismo
y ya por fin, el nuestro pudiera ser el mundo verdadero.
William Bronk
Dos escenas americanas, poemas liminares en la confluencia de la historia con la prehistoria, de la naturaleza amena o agreste con su exploración en dos territorios opuestos, de lo individual y de lo colectivo con la experiencia religiosa y política, y de la composición poética con los materiales de su construcción, son, leídos en conjunto, fruto de la poesía como una forma de telepatía –en uno de los sentidos que le da la poeta Susan Howe–, la que emerge de la profunda indagación en lo fáctico.
Ambos poemas se inscriben en una amplia tradición norteamericana en inglés que se remonta a Whitman por un lado, y a la segunda generación de la vanguardia poética estadounidense –que siguió a la de Ezra Pound y William Carlos Williams–, la de George Oppen, Muriel Rukeyser o Charles Reznikoff, y que llega a poetas contemporáneas como C.D. Wright, por otro: compositores de una poesía “documental” que hace uso de materiales históricos o periodísticos tratados y apropiados de muy diversos modos,
desde la condensación e intensificación, hasta el palimpsesto, el collage y el centón. “Nuestra aldea” y “Un viaje por el río Colorado” son también la confluencia en este libro de la afinidad de dos innovadores de la literatura contemporánea en lengua inglesa: amigos desde hace seis decenios, Lydia Davis y Eliot Weinberger, asimismo reputados traductores –del francés la una y del español el otro–, oficio consustancial a su trayectoria y sobre el cual han escrito lúcidas reflexiones, llevan el cuento y el ensayo, respectivamente, a límites insospechados en su influyente y dilatada obra ampliamente publicada en este idioma, hasta el punto de transformarlos en nuevos géneros que parecen solo suyos.
Con ánimo de conocer en sus pormenores la historia antigua de su propia familia, y movida por un “idealismo que me lleva a creer –escribe Lydia Davis– que algunas costumbres y hábitos antiguos eran acaso más íntegros, útiles y sustentables que los actuales, y a estar dispuesta yo misma a adoptarlos también”, la cuentista leyó las memorias de su antepasado Sidney Brooks, las cuales incluyen “exultantes descripciones del paisaje en el entorno de Harwich y las pequeñas historias de sus habitantes” en la costa este de los Estados Unidos. La gracia natural de estilo de Brooks y su oído acostumbrado a los ritmos y sonidos de la lectura dominical del Biblia del rey Jacobo, permitieron a Davis también oír esas oraciones y frases como versos de un largo poema narrativo en colaboración: “las palabras, la redacción, los sentimientos, las ideas, los recuerdos, las reflexiones y la elección de los temas son suyos. La idea de que este material podría convertirse en un poema y la labor de transformación son míos, al igual que la selección definitiva y la disposición del material en esta forma, [manteniendo] intactas las oraciones, tal y como se producían de manera natural, y también manteniendo intactas partes de las oraciones que iban juntas, incluso las largas, en lugar de partirlas, en una suerte de conversación envolvente, como hace Ashbery en algunos de sus poemas”. En “From Memoir to Long Poem” incluido en el segundo tomo de sus Ensayos y que da cuenta genética de “Nuestra aldea”, Davis se plantea asimismo reflexiones adicionales sobre la intuición que ha seguido para ajustarse a la naturaleza misma del original en sus decisiones prosódicas, sobre la partición de los versos o el uso de los espacios en blanco en la obra del propio John Ashbery y de Pound, y sobre la función misma de las imágenes, el ritmo y los sentimientos expresados “en un buen poema” e incluso sobre la diferencia entre prosa y verso. Al concluir su escrito, Davis establece las importantes distinciones que prevalecen, aun siendo parte de una misma tradición, entre los procedimientos seguidos en su poema y los de Charles Reznikoff, cuya monumental obra basada en testimonios judiciales de más tres décadas en el caso de Testimony, y de las transcripciones de los juicios de Núremberg para componer Holocausto, entre otros libros, ha ejercido una influencia secreta pero decisiva en la poesía estadounidense: “Según Eliot Weinberger en su introducción a Testimony, Reznikoff llegó a leer entre cien y mil páginas para dar con material para un solo poema, a menudo no muy largo. Algo casi incomprensible para mí. Su manera de proceder fue diferente de la mía en ‘Nuestra aldea’; seleccionó el material y no lo citó textualmente casi nunca, sino que reescribió los hechos a su modo, a veces revisándolos profundamente. Por lo general omitía las manifestaciones emocionales explícitas, permitiendo que los hechos mismos las transmitieran, acorde con una formulación que citaba a menudo: la poesía debe ser precisa respecto del objeto y reticente respecto del sentimiento. En cambio, Sidney Brooks fue sistemática y primorosamente preciso respecto del objeto, pero no reticente respecto de sus sentimientos, una cualidad que yo admiraba en él y que mantuve en los versos”.
El procedimiento seguido por Eliot Weinberger en “Un viaje por el río Colorado”, en contraste, es más parecido, sin ser idéntico, al empleado por Reznikoff. Sus materiales proceden del célèbre Exploration of the Colorado River of the West and its Tributaries, que da cuenta de la exitosa expedición geológica emprendida por John Wesley Powell entre 1869 y 1872. Weinberger abstrae y precisa, condensa, intensifica pasajes, oraciones y sintagmas del original y los reordena para componer un poema río que a su vez cita, a manera de contrapunto, versos y estrofas del himnario religioso tradicional –cantos que habrían entonado los exploradores al enfrentarse a los infortunios del trayecto–, e incluso un pasaje del conocido poema “The Cataract of Lodore” del lakista e hispanista Robert Southey, fustigador, mediante la transformación narrativa de las crónicas, de La expedición de Ursúa y los crímenes de Aguirre en su búsqueda de El Dorado. Las descripciones de los pueblos indígenas en el poema de Weinberger, los topónimos españoles del siglo XVI, cuando otros exploradores españoles buscaban el oro de Cibola y Quivira y el Colorado se llamaba río Tizón, se añaden a los nombres vivazmente acuñados por la expedición de Powell, los cuales a la postre también serán otra capa de un futuro palimpsesto. Todo lo anterior desde la convicción de que el pasado aún existe en su singularidad y especificidad, convocado por la lectura profunda de los materiales compositivos, y que su transformación estética lo renueva bajo el aspecto de poemas cernidos de las memorias de Brooks o la crónica de Powell.
En 2010, en una lectura en la que ambos participaron en Nueva York, Davis leyó un fragmento de “Nuestra aldea”. Weinberger, por su parte, había concluido recientemente “Un viaje por el río Colorado”, composición de asunto infrecuente en el conjunto de su producción literaria. A los dos amigos les sorprendió que el azar concurrente u objetivo hubiera dispuesto la escritura de poemas- ensayo con materiales procedentes de documentos históricos del mismo período, situados en extremos opuestos de la presencia de los individuos ante el entorno, en un país en trance de su conformación territorial. Si bien no se trató nunca de una escritura colaborativa en sentido estricto, al cabo de unos años (2013), ambos hicieron confluir los poemas, exentos de todo comentario, en la renovada serie Pamphlets que la editorial New Directions había publicado originalmente en los años cuarenta. El título conjunto hace referencia a The American Scene, de Henry James, la crónica de sus viajes por Nueva Inglaterra hasta la Florida en 1907.
En una larga meditación sobre la memoria recogida en el primer tomo de sus Ensayos, Davis cita el poema de William Bronk que antecede esta nota, –y cuya obra por otra parte recoge Weinberger en su indispensable Una antología de la poesía norteamericana desde 1950 – y comenta: “lo escribe una y otra vez: no somos más que manifestaciones temporales de la Vida. O al menos eso es lo que quiero creer que escribe, y así es entonces como lo recuerdo”, para añadir: “Lo cierto es que, en todo caso, los muertos en efecto siguen viviendo en la memoria, en los nichos de la mente de los vivos. Pero parecen estar fuera de la mente. Lo mismo ocurre con un paisaje de la infancia cuyo recuerdo parece exterior, porque en ese momento realmente estaba fuera. El paisaje estaba fuera de mí en aquel entonces, pero ahora está dentro de mí. Nadie lo ve más que yo”. Como el lugar preciso es el corazón verdadero de lo universal, y la geografía, el paisaje, se fija en el tiempo histórico de los versos, la intensidad de la presencia de esta aldea, de este río que convocan y encarnan los poemas en la experiencia del lector, los instalan en el interior como paisajes propios, más vívidos que nuestros mismos recuerdos para que podamos verlos juntos.
Aurelio Major (2023).
Lydia Davis & Eliot Weinberger
Lydia Davis (Massachusetts, Estados Unidos, 1947) es narradora, ensayista y traductora. Ha publicado, además de dos volúmenes de ensayos y una novela, varias colecciones de cuentos breves, entre las que se destacan The Thirteenth Woman and Other Stories (1976), Varieties of Disturbance (2007, finalista del National Book Award) y Can’t and Won’t: Stories (2014). Entre sus distinciones se incluyen una Beca MacArthur (2003), el Premio al Mérito de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras (2013), el Premio Internacional Man Booker (2013) por su ficción y, en 2020, el Premio PEN/Malamud a la excelencia en el cuento. Vive en el norte del estado de Nueva York.
Eliot Weinberger (1949) es ensayista, poeta, comentarista político, traductor y editor. Sus libros traducidos al español por Aurelio Major son Rastros kármicos; 12-S: Cartas de Nueva York; Algo elemental; Las cataratas; Diecinueve maneras de ver a Wang Wei; e Historias. Sus Ensayos elementales completos se publicarán próximamente en Anagrama. Es editor de Una antología de la poesía norteamericana desde 1950 (Turner, 1992) y traductor de la poesía de Octavio Paz, Vicente Huidobro y Bei Dao, entre otros, y de los ensayos de Jorge Luis Borges, por cuya edición y traducción obtuvo el Premio Nacional del Círculo de Críticos de su país. Vive en la ciudad de Nueva York, donde nació.
